LA FUERZA DE LAS PREGUNTAS
Otras cosas ocurrían un
día de abril del 2012 cuando, me informan súbitamente, un incidente de salud de
mi padre: juzgando “a priori” los
comentarios del evento como Médico, supe al instante – sin ser pesimista- que había llegado ese momento que todos queremos esconder, el final de un ciclo. Naturalmente, tuve que
recurrir a las defensas populares para esta situación como: “
es parte del ciclo vital, todos tendremos este destino alguna vez, es normal, estaba grande, se adelantó. estas cosas ocurren simplemente” y otros atrevimientos linguísticos que no
resucitaron a mi padre y tampoco mi circunstancia existencial.
Digo lo anterior porque la figura del padre es
poderosa, ya sea tener uno o serlo. Los
siguientes meses nos centramos en disolver y enfrentar las consecuencia
burocráticas y morales que siguen cuando alguien cercano muere: nada
fácil cuando, de manera adicional, se elabora un duelo.
Después de varias semanas de enfrentar todo lo que siguió a ese evento – sin olvidar la angustia de
perder a un ser querido- regresé a mi casa para refugiarme de todas aquellas emociones; mis hijos siempre han sido poderosos para conseguir alivio con solo hablar con ellos, escuchar sus palabras de nińos . No
pude evitar recurrir a mi formación como Psiquiatra cuando , de forma natural y para comprobar la tesis de las
neuronas en espejo, me preguntaron con angustia y gesticulación inolvidable:
“Se murió el abuelo Arturo" . No podia responder otra cosa mas
que “si” a la pregunta concreta pero, para intentar
aproximrme a la fenomenología existencial de los nińos de este siglo, me atreví
a hacer una analogia que, tal vez, me encerró en un laberinto sin retorno. Le
dije a mis hijos “ El abuelo Arturo se ha ido, de esta forma, no podremos verlo con los ojos abiertos, pero si imaginarlo: Han visto en sus juegos de video un holograma? pues bien, es algo parecido pero con todas esas todo lo que recuerdan de el. Imaginen que estan en un juego y han alcanzado otro
nivel: no pueden retroceder, cierto? pero los jugadores no pueden estar en el
mismo espacio. El
Abuelo está en otro nivel, es decir, ha pasado por varias etapas y ahora no podemos verlo. No fue dificil
notar el asombro de mis hijos, especialmente porque tienen ese habitual razonamiento inocente de los niños y juegan
en la computadora. Sin aviso, llegó la pregunta difícil de mi
hijo Arturo de 8 años – y el silencio de mi hija-: después de una gran pausa
para explicarser el fenómeno, me dijo con asombro lo siguiente: “Si abuelo
Arturo ha pasado a un nivel más alto, en cuál estás tú?
Los dias siguientes reflexione acerca de esta
pregunta y aún no he encontrado la respuesta: no porque no exista, sino porque
es imposible saberlo y, cuando eso ocurre, se encuentra uno en ese nivel que no
permite comunicación.
"Se necesitan dos años para aprender a
hablar y sesenta para aprender a callar."
Ernest Miller.