FRANCISCO
HERNÁNDEZ “EL PREGUNTADOR”
Dr.Arturo Morlet Barjau
Francisco Hernández nació en Puebla de Montalbán en 1517 y murió en Madrid en
1587, de tal manera que superó la esperanza de vida, en aquellas épocas donde la
medicina iniciaba la investigación de algunos problemas de salud que ahora se
resuelven con facilidad. Este personaje era Médico, a la manera empírica y usanza de la época y, además,
estudio botánica. Sirvió
en el Hospital y Monasterio de Guadalupe y en el Hospital Mendoza, de Toledo y,
a partir de 1567 fue Médico de cámara de Felipe II quien le nombró “protomédico general de las Indias, islas y tierra firme del mar
océano”. Los indígenas Mexicanos le llamaban “El preguntador” a aquel hombre barbado
que indagaba sobre las propiedades de las plantas nativas del nuevo mundo.
Este
singular Médico se dedicó a recorrer, durante aproximadamente 7 años, gran parte de la
entonces llamada “Nueva España” en compañía de su hijo; se le puede imaginar
caminar con lentitud y observando detenidamente cada uno de los maravillosos ejemplares
de plantas extrañas para el y preguntando sobre sus propiedades: el acto mismo,
aunque no reconocido en los escritos Españoles, denotaba una gran admiración y
curiosidad por alternativas curativas herbolarias: un poco de ciencia y magia
en este acto. Francisco Hernández había sido comisionado, nada menos que
investigar por su cuenta y preguntar a los indígenas sobre diferentes plantas
con propiedades diversas, para preparar un informe detallado de los elementos
curativos. Tres pintores indígenas, tlacuilos, le ayudaron en esta gran empresa que se tradujo en los
más de dos mil ejemplares clasificados. Ellos fueron los bautizados como Antón,
Baltazar Elías y Pedro Vázquez, quienes plasmaban en papel todo aquello que le
interesaba al “preguntador”.
Es posible que el mismo Francisco Hernández
haya experimentado con alguna de estas plantas, tal vez con cierto miedo; a lo
largo de la historia de la medicina, muchos investigadores han sido sus propios
conejillos de indias en el proceso de investigación de alguna sustancia:
algunos de ellos con un desenlace desfavorable, cobrando un gran precio su
curiosidad científica. Posiblemente, una de las experiencias que entusiasmaron
a Francisco Hernández para tal aventura científica, se relaciono con su visita, acompañado nada menos que por
Felipe II, al antiguo cenobio del siglo XVI de la orden Jerónima “Sant Jeroni
de la Murtra” en Barcelona, España. Este interesante Monasterio contaba con
botica propia, jardín botánico y una gran biblioteca con títulos de farmacia.
Hernández
pertenece a las primeras
generaciones de médicos españoles que conocieron, traducidos al latín, los
tratados de medicina de Hipócrates, de Galeno y de Avicen, los tres clásicos de
la antigüedad cuyas ideas sobre la salud y la enfermedad volvieron a prevalecer
en la práctica médica de la Europa del renacimiento. Como médico, Hernández
adquirió fama por su habilidad y conocimientos practicando la medicina en
diversas ciudades de España: Toledo, Sevilla, Granada y Guadalupe, donde
existen registros de su estancia. Por cartas y escritos de sus contemporáneos
se sabe que gustaba de colectar y
clasificar plantas. Esto le permitió
adquirir muchos conocimientos sobre la flora medicinal de su tierra y poner en
práctica lo aprendido en “La Historia natural”, escrita por Cayo Plinio (23-79
d.C.). De esta obra Hernández hizo la traducción al castellano.
Vivió en Sevilla, donde se casó con Juana Díaz de
Paniagua, con la que tuvo a Juan (quien le acompañara en su viaje) y a María.
De Sevilla fue al monasterio de Guadalupe como médico. Poco tiempo después fue
a Toledo para hacerse cargo de los hombres más famosos de la época. Sin duda,
sus conocimientos sobre las plantas y sus propiedades curativas hicieron que Felipe
II lo seleccionara para viajar al Nuevo Mundo.
De 1570 a a1577 Francisco Hernández vivió en el
Nuevo Continente cumpliendo fielmente la labor que le encomendó. En 1587, diez
años después de su regreso, murió este científico renacentista, tras haber
luchado en la corte por defender su trabajo. Hernández es considerado como el
primer europeo que realizó una expedición científica a tierras americanas. El viaje
del protomédico tuvo, además de la vertiente científica, una causa comercial y
de poder. El gobierno español sabía que su comercio con el resto de Europa y la
supervivencia del poder de su imperio dependían de la explotación de todos los
productos de las nuevas tierras. Una vez terminada la fase de conquista y,
habiendo logrado una estabilidad política y social, esta tarea resultaba más fácil.
Esta expedición científico-comercial, nos indica Xavier
Lozoya, “marcó el inicio de un complejo proceso de introducción de la
ciencia española en México, que modificó a indígenas y españoles por igual.
Cuatro mil años de contacto con la naturaleza habían forjado el conocimiento
indígena americano sobre la flora y fauna de sus territorios. Los titici eran
los médico indígenas que se encargaban de proporcionar los remedios para todos
los males. Seguramente Hernández tuvo
mucho contacto con ellos.
Fue un viaje difícil, como se lo relata a su amigo Benito
Arias Montano en una carta escrita en los últimos años de su vida y en la
que se refleja su desengaño ante el trato que sufrió su obra. Algunos fragmentos
de la carta dicen: “Guiados por los altos luminares del cielo, (re) corrimos
toda la Nueva España, sus ríos y montes, ciudades y pueblos. Callaré las
penosas fatigas que por largos siete años sufriera ya en la vejez, sin la
sangre ardorosa de mi juventud, cruzando dos veces el piélago (océano),
peregrino por tierras ignotas en extraños climas, sin comer el pan que solía, y abrevando la sed muchas veces en
aguas impuras. No hablaré (de) los calores ardientes y los fríos intensos
contra los que no valen recursos de la humana industria o de las boscosas alturas,
de las selvas hostiles, de los ríos, lagunas y lagos y de los temibles pantanos
inmensos”. En esta misma carta habla de
su desconfianza hacia los intérpretes y nativos y de los obstáculos que le
pusieron los poderosos. Además de las veces que puso en peligro su vida
probando los efectos de las plantas.
El
viaje
Francisco
Hernández ha legado a la
humanidad la savia de su espíritu renacentista. Aunque, lamentablemente, se ha
perdido gran parte. A la corte impresionó su hazaña por la tenacidad de su esfuerzo
y la claridad de su trabajo. Pero, al parecer, los planes reales no eran los de
dar a conocer la obra de Hernández, que engalanaba la alcoba del rey.
Aquellos dibujos de aves y plantas exótica belleza resaltaban en los muros de
El Escorial. Una vez conocida la copiosísima información, surgieron
dificultades para su edición e impresión. El rey ordenó la obra y el manuscrito
pasó de mano en mano, de proyecto en proyecto, hasta que quedó olvidado.
A la muerte de Hernández, Felipe II
comisionó al médico Nardo Antonio Reccho para que hiciera un compendio
de los manuscritos, pero el resumen no correspondió a los deseos del rey ni a
la calidad de los trabajos originales, pues omitió cuanto le parecía ajeno a la
medicina y no trató el material perteneciente a la historia natural de las
islas Filipinas (islas que llevan este nombre en honor a Felipe II).
Este trabajo fue comprado por Federico Cesi, quien lo editó en Roma en
1628, con el título de “Rerum medicarum Novae Hispaniae thesaurus”. En
1648 Juan Terencio y Linceo Fabio Columna hicieron otra
impresión: “Nova platorum, animalium et mineralium mexicanorum historia a
Francisco Hernández in indis primum compilata, deinde a Nardo Antonio Reccho in
volumen digesta”. El 17 de julio de
1671 se incendió El Escorial y en él se perdieron una gran parte de los
manuscritos de Hernández y con ello la posibilidad de lograr una compilación más fidedigna y
completa. Sin embargo, el doctor Casimiro Gómez Ortega, ayudándose de
las compilaciones anteriores y de nuevos materiales localizados en el Colegio
Imperial de los Jesuitas de Madrid, publicó en 1790 “Francisci Hernandi,
medici atque historici Philippi II, hispan
et indiar. Regis, et totius novi orbis archiatri. Opera, cum
edita, tum medita, ad autobiographi fidem et jusu regio”.
Un proemio inédito de Hernández dirigido a Felipe
II, la descripción de varias plantas de la India Oriental e Islas Filipinas
y los “Cuatro libros de la naturaleza
y virtudes de las plantas y animales que están recibidos en uso de medicina en
al Nueva España”, publicados en México en 1615 por fray Francisco
Jiménez, constituyen un Epítome en castellano de la obra principal
hernandiana. Su labor también inspiró a otros hombres sensibles al mundo
indígena como Bernardino de Sahagún (1499?-1590), Gregorio López
(1542-1596), Juan de Barrios (1563-¿), Agustín Farfán
(1532-1604), entre otros.
No existen dudas acerca de el gran valor que el
conocimiento, en diferentes áreas, fue desarrollado por los indígenas
Mexicanos. Desafortunadamente mucha información, por cuestiones de la conquista
y políticos que imperaban en esa época, fueron destruidos sin piedad y con ello
el conocimiento ancestral de nuestros antepasados. Por citar un ejemplo, los
valiosos códices prehispánicos, eran documentos, grabados e imágenes que fueron
destruidos en diferentes momentos en Mérida Yucatán en el año de 1562 (el acto de fe
de Maní) donde se incineraron diversos códices, documentos, imágenes sagradas y
de culto. Landa estableció un tribunal inquisitorial en el poblado Maya de Maní
que fue iniciado por Diego de Landa con el objetivo de poner fin a la religión
de nuestros indígenas y el culto a sus antiguas divinidades. El plan fracaso
entonces –actualmente es exitoso- aunque el proceso estuvo lleno de lagrimas y
sangre, tal vez una de las partes tristes e inevitables del conquistado.
Sin duda “el preguntador”, este médico, naturalista
y expedicionario, fue un hombre de síntesis, como la época en que vivió. Expurgó
en el pasado y extractó de la antigüedad clásica los conocimientos de la
medicina. Con el mismo espíritu científico renacentista se aventuró a cruzar el
Océano con sus misterios y enfrentarse a ese Nuevo Mundo: seres humanos de
costumbres y lenguajes diferentes a los suyos; plantas y animales, también
diferentes, con un universo nuevo que mostrarle.
Fue sin duda para el, un viaje difícil, como se lo relata a su amigo
Benito Arias Montano en una carta escrita en los últimos años de su vida
y en la que se refleja su desengaño ante el trato que sufrió su obra. Relata
episodios de desconfianza de sus mismos traductores indígenas así como de las
grandes inclemencias del tiempo, el calor extremo y los insectos. En esta carta
se queja, con razón, de tan cansada tarea a un hombre que no se encontraba en
sus mejores anos de juventud pero que seguramente estaba motivado por su ego o
narcisismo profesional.
Los titici eran los médico indígenas que se
encargaban de proporcionar los remedios para todos los males. Seguramente Hernández tuvo mucho contacto con
ellos.
Francisco
Hernández ha legado a la
humanidad la savia de su espíritu renacentista. Aunque, lamentablemente, se ha
perdido gran parte. A la corte impresionó su hazaña por la tenacidad de su
esfuerzo y la claridad de su trabajo. Pero, al parecer, los planes reales no
eran los de dar a conocer la obra de Hernández, que engalanaba la alcoba
del rey. Aquellos dibujos de aves y plantas exótica belleza resaltaban en los
muros de El Escorial. Una vez conocida la copiosísima información, surgieron
dificultades para su edición e impresión. El rey ordenó la obra y el manuscrito
pasó de mano en mano, de proyecto en proyecto, hasta que quedó olvidado
La maravillosa obra de Francisco Hernández quedó inmortalizada con el nombre de "Quatro libros de la Naturaeza y virtudes de las Plantas...." traducido del Latín por Francisco Ximenez en 1615 y reeditada dos veces en 1888 en la Ciudad de México y en Morelia Michoacán por el Dr. Nicolós Len.
La maravillosa obra de Francisco Hernández quedó inmortalizada con el nombre de "Quatro libros de la Naturaeza y virtudes de las Plantas...." traducido del Latín por Francisco Ximenez en 1615 y reeditada dos veces en 1888 en la Ciudad de México y en Morelia Michoacán por el Dr. Nicolós Len.
Solo aquel que se ha
ido es lo que nos pertenece. JORGE LUIS
BORGES 1899-1986. Escritor Argentino
Figura 1.Grabado Indígena de Francisco Hernández
Figura 2.Primer mapamundi de América: Universalis Cosmographia (1507)
Figura 3.La Victoria, primer Barco en darle la vuelta al Mundo (1519-1522)
Figura 4.Capsicum frutescens (Plantas del Nuevo Mundo)
Figura 5.Imágen de la portada de "Quatro Libros de la Naturaleza y virtudes.."
por el Dr.Francisco Hernândez.
Figura 5.Imágen de la portada de "Quatro Libros de la Naturaleza y virtudes.."
por el Dr.Francisco Hernândez.
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